De paseo por la campiña guipuzcoana a primeros de mayo, ya podemos descubrir los primeros Alcaudones dorsirrojos de la temporada. Fieles a sus territorios de reproducción, no es difícil localizarlos en enclaves montanos, sobre setos, alambradas espinosas o estacas. Estas perchas les sirven de trampolín-lanzadera de caza, pero también son lugares de reposo, donde permanecen inmóviles durante largos períodos, probablemente para pasar desapercibidos.
La especie es característica del tercio norte peninsular, entre Galicia y Cataluña, y también otras zonas fuera de esa franja, como por ejemplo el Sistema Ibérico, Sistema Central norte, y algún otro punto disperso de la geografía peninsular.
LANIUS COLLURIO / ALCAUDON DORSIRROJO /ANTZANDOBI ARRUNTA
Tal como se puede apreciar, existe un claro dimorfismo sexual entre el macho y la hembra. El primero presenta una característica franja ocular a modo de antifaz negro, que destaca sobre la cabeza y la nuca gris azulada.
La hembra, más discreta y uniforme, dispone de tono marrón-herrumbroso en toda la parte superior, y claro en la inferior, donde llama poderosamente la atención su veteado ondulado transversal.
Como en el resto de alcaudones, destacan en ambos sexos la larga cola y el pico con la mandíbula superior ganchuda.
Durante este mes de junio se dedican afanosamente a la reproducción. El trabajo es intenso en pos del alimento para sus retoños. Grandes invertebrados, pollueloss de otras especies de aves, ratones de campo, son abundantes en esta época del año, formando parte de su dieta diaria.
Es una verdadera gozada contemplar sus idas y venidas. Saltan desde sus posaderos, y desplegando sus alas y larga cola, inician el vuelo bajo tendido, para terminar, súbitamente, en el posadero del pastizal cercano. Otras veces, apenas recorren unos metros, lanzándose al herbazal bajo sus pies, para luego cernirse revoloteando hasta localizar la pieza.
Los movimientos de nuestros protagonistas, me tuvieron entretenido durante horas, en el barrio de Urteta (Zarautz). Es sabido el hábito de la especie de insertar piezas de caza, y tenía interés por localizar alguna de estas despensas. Esta vez no hubo suerte. Era tal la cantidad de presas disponibles, que no necesitaban almacenar comida. ! Otra vez será !